Una pulsera, una historia: cuando el estilo encuentra su lugar

Hace unas semanas, en un mercadillo de barrio al que solemos ir, se acercó una chica joven, con mirada curiosa y una sonrisa tímida. No venía con intención de comprar, solo paseaba. Empezó a mirar nuestras piezas, tocarlas, probarse alguna sin decir mucho.

Le ofrecimos ayuda, charlamos un rato. Nos contó que acababa de empezar en un nuevo trabajo y quería llevar “algo que le diera fuerza” pero sin sentirse disfrazada. Nada demasiado llamativo, solo… algo suyo.

Le mostramos una pulsera sencilla, de cuero trenzado con un pequeño detalle metálico. No era la más brillante ni la más cara, pero tenía carácter. Se la puso, se miró en el espejo y dijo: “Me la quedo. Me siento yo.”

No sabemos si era la pulsera, la charla o simplemente el momento. Pero se fue distinta. Con la cabeza más alta. Con paso firme.
Y ahí, justo ahí, recordamos por qué hacemos esto.

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